viernes, 6 de junio de 2008

Cronicas Familiares "Vegas, 15 años después"

CRONICAS FAMILIARES NRO. 09


“Regresé 15 años y 15 días después a Las Vegas, un 24 de Agosto de 2002. El viaje no fue largo ni agotador y me divertí viendo tanto los paisajes como el desierto en el camino, una aventura fascinante a la cual me acompañaban cinco perfectos desconocidos, aquellos guatemaltecos que recién hace un mes me abrieron las puertas de su casa y de su amistad.
Partimos como a las 5 de la tarde (la hora de Guatemala es la misma del Perú, ahí no conocen Inglaterra ni la puntualidad). En el viaje la música ranchera que detesto, unas cervezas bien frías y un pequeño libro de “Descubra Italia” eran mi única compañía. El resto (incluso el chofer) dormían placidamente en el trayecto.
Llegamos como a las 10 de la noche, estaba irreconocible para mí, solo un fugaz recuerdo en mi mente y muchos deseos de re descubir Vegas. Entramos a uno y otro casino (apostar era el objetivo principal de los guatemaltecos, el mío turistear descubrir nuevos sitios ambicionarme con el paisaje de las luces y el color, ver los cueros desbordantes y apetecibles contorneándose al compás de las monedas y las luces) y ellos no paraban de jugar. Intenté probar suerte. Imposible el jugar, me pasaba corriente cuando ponía la moneda en la máquina, eran como 200 voltios o algo así, no se, no soy electricista ni puedo medir la corriente electrocutándome. Pensaba que era por las múltiples baterías de mi mochila: las de la filmadora, las de las tres cámaras de fotos, dos mías y una de Manuel.
Lo insólito fue que más adelante me saque la mochila y se la di a uno de mis compañeros de viaje y me seguía pasando electricidad, así que decidí no volver a jugar. Luego me convencieron que tal vera una oportunidad de un millón el que este ahí y que siquiera arriesgará un poco para divertirme.
Entonces, no me importo que me pasara corriente y arriesgue 20 dólares y mi sorpresa fue grande me salieron 100 monedas de 25 centavos con la tercera que usé, fui dispuesto a cambiarlo y a no jugar mas en toda la noche pero… diablos! estaba en las Vegas, ¿Qué podía hacer? ¿Quedarme a mirar toda la noche? Con la ayuda de mis amigos seguí jugando varias horas, ellos metían las monedas por mí y nadie me creía que podía morir electrocutado.
Al final de la noche el balance me dio una pérdida de 30 dólares, no es mucho a sabiendas de los 400 dólares que perdió toda la familia Herrera en conjunto. Nos fuimos a dormir a las 6 de la mañana a la camioneta que rentaron a 190 pesos americanos por dos días. Casi no pude dormir y luego salimos a hacer compras por aquí y por allá y ellos de nuevo se metieron al casino. Era un horno Vegas, había 110 grados Fahrenheit, como 50 centígrados. Nunca en vida había sentido tanto calor y tanta sed. Las mujeres, muy ligeras de ropa y los hombres, muy contentos gastaban su dinero, era una mañana diferente, la gente era mas centrada, menos loca, más reposada, hasta por fin parecían turistas y no jugadores empedernidos, es decir parecían como yo, que habían ido a conocer, a comprar, a admirar bellezas y no malgastar sus fichas en máquinas. De regreso nos paramos en Reno, en otros dos casinos, en plena carretera, yo pensaba que venia de Ica regresando a Lima (con paradas en Cañete) pero no quería volver, quería quedarme en ese desierto que me hacia olvidar todo, absolutamente todo pero la vuelta ya era nuestro destino...”

AGOSTO-2002

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